La sobrecarga. 2º Círculo vicioso

Se establece un segundo círculo vicioso cuando el Elemento Tierra desequilibrado (pre-ocupación) toma el poder sobre su “Hijo” (Metal) y “Abuelo” (Madera). De lo expuesto en el primer círculo vicioso se entiende que uno no se sobrecarga por falta de tiempo, sino por no tomarse su tiempo para escucharse y actuar en consonancia con su sincero sentir y los criterios de su verdadero ser. En la medida en que nos desentendemos del corazón dejándonos guiar por la mente, en vez de ocuparnos prestando atención a lo que estamos haciendo, nos pre-ocupamos por lo que nos desvinculamos de la conexión con lo Creativo del Elemento Agua.

El trajinar autónomo de la mente hace que manipulemos las directrices del espíritu humano (Agua). Sin abrirnos interiormente para recibir la inspiración transformadora de lo Creativo, al parecer, nuestra mente no dispone de más habilidades creativas que el cálculo y la especulación. Esto explica que cuanto más nos guiamos por la mente, más buscamos los criterios para nuestras acciones en sistemas de cálculo y especulación, en detrimento de nuestra sensibilidad (Metal), imaginación (Madera), confianza (Agua), sincero sentir y razonamiento lógico (Fuego) y reflexión (Tierra).

Resulta que una mente solitaria, inquieta e impaciente no puede sino emplear razonamientos lineales y conceptos cuadriculados que se inspiran en especulaciones y cálculos preconcebidos, a fin de modificar las circunstancias según unas metas y vías conocidas.

Cuando nos guiamos por esta actitud mental nos sobrecargamos al obstruir el curso natural de la vida que dicta escucharte, abrir el camino yendo de la mano del sincero sentir del corazón e ir paso a paso pisando tierra firme. Esto explica por qué tampoco sabemos escuchar ni respetar al otro cuando nos limitamos a perseguir nuestras metas, sino que manipulamos inconsciente y automáticamente a los demás.
Aparentemente hacemos esto para que los demás se adapten a lo que nos convenga, pero creo que va más hondo. Cualquiera (también uno mismo) que cuestione las ideas de una mente solitaria, la confronta con la fragilidad del castillo de naipes que ha construido. Como la mente piensa que sin este castillo su mundo se vendría abajo, es comprensible que le aterre la sombra de cualquier duda. No puede permitírselo, se siente atacada por lo que contraataca. Y cuanto más tiempo la mente ha actuado a solas, más medios de defensa han sido creados para proteger sus castillos y no cuestionarse nada.

En una Tierra descentrada

Cuando estamos descentrados (Tierra), topamos con los medios de defensa elaborados por nuestra mente solitaria. Inconscientemente, nos identificamos con nuestros pensamientos y la cultura occidental potencia esto. Nos inculcan que para ser razonable hay que controlar los sentimientos y ser “objetivo”, pero sin saber cómo actúa la mente. Es que, resulta que al controlar y reprimir los sentimientos íntimos, proliferan de manera automática los sentimientos negativos. Y estos nos lo hacen muy difícil pensar razonable e imparcialmente.

Nuestra cultura nos inculca que para ser buenos hay que sacrificarse, sacrificar los gustos personales y obviar los sentimientos íntimos, ya que guiarse por ellos sería egoísta. Aprendemos así a juzgarnos según los criterios de los demás y a sentirnos culpables cuando nos guiamos por lo que nos gusta y nos sienta bien. Pero al dificultarse así que tomemos conciencia de cómo somos de verdad, de este modo sacrificamos nuestro verdadero ser. Y esto, a su vez, dificulta que reconozcamos que el sincero sentir conduce al interior, donde encontramos aquello que necesitamos para afrontar la vida y realizar nuestro ser.

Los que se permiten regirse por las indicaciones de lo Creativo en su interior, saben por propia experiencia que guiarse por su sincero sentir y los gustos personales no tiene nada que ver con egoísmo ni con comodidad.

Por cierto, no fue Jesucristo quien dijo que nos sacrificáramos, al contrario, según Mateo 9, 13 dijo:

Aprended qué significa: Misericordia quiero y no sacrificio.

Adaptándonos al mundo, reprimimos la sana indignación que emana del sentido de la justicia cuyas normas mantienen el equilibrio Yin-Yang en el mundo. Y al adaptarnos a un mundo injusto, renegamos del espíritu humano que se manifiesta en nuestros valores comunes. En la medida en que restrinjamos el sincero sentir, rechazamos la identidad individual de cada uno y fomentamos así que las personas renieguen de su verdadero ser.

A consecuencia de esto, la humanidad pierde sus señas de identidad, los valores humanos. Y al obviar la sensibilidad, el sentido común y el sentido de la justicia, se pierde la dignidad humana. De este modo, en una Tierra descentrada se desechan las cualidades humanas innatas que nos hacen buenos de verdad.

El triángulo Tierra-Metal-Madera

Al guiarnos por la mente en el primer círculo vicioso, otro conflicto va surgiendo en el eje horizontal Madera-Tierra-Metal del Ciclo Cosmológico. Al apartarnos (Tierra) de la interacción Agua-Fuego, nos distanciamos además de la naturaleza (Madera) por lo que se altera la interacción Metal-Madera y no recibimos sus influencias beneficiosas. De modo que en el triángulo Tierra-Metal-Madera los tres salen perdiendo.

Recordemos, el Elemento Tierra representa el estado vital del planeta y de sus habitantes. El Elemento Metal genera las condiciones materiales que permiten la vida en la Tierra, y rige las circunstancias cambiantes que regeneran estas condiciones. El Elemento Madera (árbol) genera y regenera las condiciones vitales de los seres vivos, al posibilitar el metabolismo de cualquier forma de vida orgánica, nutriéndola, formándola y cultivándola. El árbol simboliza el alma de los seres arraigados en la tierra y de aquellos que poseen el libre albedrío que les permite moverse sobre la faz de la tierra.

c la sobrecarga
El círculo vicioso de la sobrecarga

En el triángulo de la imagen vemos que el Elemento Madera es el más perjudicado, al estar en la punta de lanza” de la oposición y el control que los Elementos Tierra y Metal ejercen sobre él. La Tierra (nosotros) anula sus aportaciones al oponerse a ellas, y el Metal explota a la Madera con mucha virulencia (cortando los árboles con su hacha). La interacción fluida Madera-Tierra-Metal (∞) en el Ciclo Cosmológico optimiza el funcionamiento de los tres, pero cuando se distancia de su verdadero ser, el ser humano (Tierra) perturba este funcionamiento.

Entonces, se apropia de los bienes terrenales del Metal para explotar a la naturaleza (Madera). A consecuencia de eso, las influencias beneficiosas del Elemento Madera se obstruyen.

Al dar el mando de nuestra vida a la mente y apropiarnos de los bienes terrenales, la Tierra se congestiona por lo que se genera una dinámica de oposición en contra de los procesos naturales (Madera). Esta oposición se manifiesta al rechazar todo lo que tiene que ver con los biorritmos y con la naturaleza en general. Esto explica, entre otras muchas cosas, por qué personas estresadas actúan como si la naturalidad, sinceridad y espontaneidad de los niños fuera pecado. Debido a la oposición al Elemento Madera podemos llegar a dañar y a rechazar las nociones morales de nuestra alma, como por ejemplo la solidaridad.

En el pentágono basado en el orden del mundo, el Elemento Tierra se aparta de la naturaleza (Madera) y ejerce una función de Madre del Metal (Ciclo de Generación). Al principio, hay una relación de explotación entre los Elementos Tierra-Metal-Madera, pero si nos enredamos en su círculo vicioso, la Tierra se va a oponer a la Madera.

El círculo vicioso Tierra-Metal-Madera surge al fomentar el pensamiento calculador y la búsqueda de resultados rápidos. Esta actitud se arraiga en la idea de que sería natural buscar la satisfacción de nuestros intereses materiales y temporales (Metal) y olvidarnos de los demás y del estado vital del planeta (Tierra). Por inconsciencia, degradamos y agotamos así las aportaciones materiales que son temporales y finitos (Metal) por lo que surge la dinámica de oposición Tierra-Madera que nos hace obviar nuestros propios criterios vitales y las nociones morales duraderas (Madera). Además, al apropiarnos de las aportaciones del Elemento Metal, reprimimos nuestra sensibilidad que posibilita tomar conciencia de esta realidad.

Físicamente, este triángulo surge debido a disfunciones digestivas (Bazo, Tierra). Si no nos tomamos nuestro tiempo para comer tranquilamente y masticar bien (estado receptivo Montaña), al sistema digestivo le van a faltar los factores necesarios para ejercer adecuadamente sus funciones. Igualmente, si no nos tomamos nuestro tiempo para digerir las vivencias, se nos van a faltar los criterios y las herramientas básicas (Metal) para metabolizar las dificultades. Entonces, se desperdician además las herramientas específicas del hígado (Madera), como por ejemplo la bilis y las enzimas, por lo que el hígado va a tener dificultades de suministro y nosotros vamos a entrar en un círculo vicioso de problemas digestivos.

Tanto en el ámbito físico como emocional, el segundo círculo vicioso se manifiesta mediante múltiples disfunciones digestivas. Todas ellas tienen que ver con el metabolismo de nuestras vivencias y el aprendizaje de nuestras lecciones de vida. Si uno llega a oponerse a su propia naturaleza (Madera), reniega de sí mismo. Como muestran las flechas en el triángulo, por un lado, la Tierra (persona) se opone a la Madera (árbol, materia orgánica) por lo que rechaza las aportaciones de su naturaleza; por otro, la Tierra se apodera de las aportaciones del Metal (materia inorgánica) y utiliza éstas para explotar a la Madera.

Es decir, en la medida en que nuestra condición vital –lo Receptivo de la Tierra- se rige por “el vano trajinar autónomo” de la mente, nos oponemos a nuestra verdadera naturaleza. A consecuencia de eso, rechazamos las aportaciones de nuestra alma (Madera) y convertimos los bienes terrenales del Metal en “hachas” con las que cortamos nuestros “árboles” (vitalidad) y dañamos nuestras almas. Siempre que uno dañe su alma de forma sistemática, su estado de ánimo y su sistema digestivo reaccionarán mediante todo tipo de señales de malestar y avisan así del problema.

Como vamos a ver a continuación, la sensibilidad que corresponde al Metal es imprescindible para evitar que nos hagamos daño. Los seres vivos que no se arraigan físicamente en la tierra sino que se mueven con libre albedrío, se arraigan en su ser gracias a los atributos del Elemento Metal. Estos nos permiten mantenernos en el centro de la interacción fluida Madera-Tierra-Metal en el Ciclo Cosmológico.

Los atributos de orientación

Las aportaciones del Elemento Metal impulsan los cambios circunstanciales en la tierra y, para que no nos perdamos, este Elemento nos dota con determinados atributos que facilitan la orientación. Son la percepción sensitiva, el instinto y la intuición, los sentidos del tacto y del olfato, el sentido común y el sentido de la justicia.

Si afrontamos las circunstancias cambiantes debidamente, estos atributos nos permiten adaptarnos a ellas con agilidad y soltura, y mantener nuestro equilibrio Yin-Yang interior. Además, estos mismos atributos nos protegen al avisarnos de cualquier peligro inminente e incluso de peligros futuros. Por ejemplo, cuando estamos a punto de sembrar las semillas que generan situaciones peligrosas, nuestras sensaciones y nociones nos avisan y, si les hacemos caso, ayudan a identificar el peligro.

Por eso es tan importante escucharnos y prestar atención a lo que estamos haciendo (estado receptivo Montaña). Pero esto es imposible con una mente agitada y ansiosa. Si no aquietamos la mente para que se abra al corazón, los cambios circunstanciales nos dan pánico. De ahí que nos vamos a comportar como si fuéramos la Madre del Metal. Entonces, en vez de afrontar los cambios como lo que son, una fase natural de cualquier proceso metabólico que permite las transformaciones renovadoras, nos esforzamos por parar este proceso y conducir los cambios en la “buena” dirección. Una dirección que es, por definición, mala porque la Inteligencia de la Vida es infinitamente mayor que la nuestra.

El ser humano se comporta como la Madre del Elemento Metal

Cuando nos guiamos por una mente miedosa y agitada, no afrontamos los retos que la Vida nos propone, sino que maquinamos de todo para que no cambie nada o para hacer que las circunstancias cambien según nuestros intereses arbitrarios y temporales. Para conseguir eso, silenciamos los atributos que el Elemento Metal nos ha dado. Pero al no disponer de ellos, nos volvemos inseguros y nos aferramos a las “soluciones” que nuestra mente agitada nos da. Pero lo que sus especulaciones y cálculos nos aportan, da una falsa seguridad que nos llena de dudas y preocupaciones. Silenciamos éstas también al ocurrírsenos todo tipo de justificaciones y pretextos para quedarnos tranquilos. Tranquilos a medias, ya que en tales casos nos urge confirmación por lo que vamos a imponer nuestros criterios a fin de encontrar “aliados” que afirman nuestra visión de las cosas. Y cuanto más poder tengamos, más falsas serán esas ratificaciones.

Al no aceptar que las circunstancias cambien, actuamos como si los cambios nos atosigaran y llegamos a comportarnos como si la vida consistiera en sobrevivir en un entorno hostil que tenemos que adaptar a nuestras necesidades e intereses. Aunque en el fondo no somos seguros en absoluto (al no disponer de nuestros atributos de orientación), actuamos como si tuviéramos todo el derecho del mundo a imponer nuestros criterios, sin siquiera darnos cuenta de que eso sí es ser egoísta. De ahí que coartamos – en la mayoría de los casos sin darnos cuenta- el libre albedrío de los demás con los medios de defensa que nuestra mente ha elaborado. Y podemos llegar así a manejarles controlando, manipulando, negociando, chantajeando, metiendo miedo, intimidando, insultando, engañando, mintiendo, conspirando, etc. para imponer nuestros criterios arbitrarios, variables e inconsistentes en el entorno privado, social y laboral.

Al apropiarnos de los bienes terrenales del Elemento Metal y silenciar sus atributos de orientación, nos apropiamos además de las normas universales del sentido de la justicia.

El Elemento Tierra se comporta como la Madre de Metal por ejemplo en la educación, cuando quebrantamos el sentido de la justicia de los niños al inculcarles otras normas y criterios. En vez de respetar y asociarnos con los valores y las normas que conocen por naturaleza, nos comportamos a menudo como si los niños fueran unos sacos vacíos en los que hay que meter desde el exterior los valores de la especie humana (Agua) y sus normas de justicia (Metal) y nociones de moralidad (Madera). Como si no se hubiera demostrado ya hace bastante tiempo que, además de las características individuales, la identidad, los valores y las normas intrínsecas de los seres vivos se determinan por su ADN.

¡Es increíble cómo una mente agitada nos engaña y nos hace perder el camino! Cuanto más inseguros nos volvemos al no utilizar nuestros atributos de orientación, más nos complicamos la vida y más responsabilidades ilícitas tomamos. Con respecto a los valores humanos, las normas universales de justicia y las nociones de moralidad intrínsecas de nuestra especie, tenemos una única responsabilidad, respetarlos.

Sin embargo, debido a nuestra inseguridad nos cargamos con responsabilidades que no tenemos. Por ejemplo, los niños aprenden a mantener el equilibrio experimentando y escuchándose. Si pensamos que hace falta dirigir sus movimientos y avisarles de cualquier peligro posible, por ejemplo cuando empiezan a andar, lo que conseguimos es interrumpir su concentración y distraerles de las indicaciones que reciben de las fuerzas creativas en su interior. Al privarles de las sensaciones que afluyen desde su interior, les hacemos sentirse inseguros e impedimos que adquieran confianza en sí mismos. De esta manera usurpamos una responsabilidad que les pertenece a ellos.

Si no utilizamos nuestros atributos de orientación, tomamos responsabilidades que no pertenecen al Elemento Tierra y nos volvemos irresponsables al actuar en contra de los ciclos vitales que mantienen el equilibrio. Esto se demuestra también en el deterioro medioambiental provocado por el trajinar autónomo de nuestra prepotencia.
El cuidado de los niños y su educación serían mucho más sencillos y mejores, si tomáramos conciencia de los atributos de orientación que poseen por naturaleza. En vez de cargarnos con responsabilidades que no nos pertenecen, deberíamos prestar atención a las influencias beneficiosas de estos atributos, tanto para ellos como para nosotros mismos. El cuidado de estos atributos en la educación hace que actuemos de modo responsable, ya que al respetar y dejar que ejerzan sus atributos de orientación contribuimos a su desarrollo equilibrado. Además, al darnos cuenta así de todo lo que aprenden cuando se escuchan y experimentan las cosas por sí mismos, y al experimentar cómo nuestros propios atributos nos orientan para saber cuándo interferir y cuándo no, superamos nuestra inseguridad.

En general, todo sería mucho más sencillo y mejor si reconociéramos que dependemos de las fuerzas armoniosas y benignas del orden universal, tal como enseña el hexagrama 30: Lo Adherente (Fuego), que tratamos en el primer círculo vicioso. Si tomáramos conciencia de que nuestra condición vital se determina por lo Receptivo y que disponemos en nuestro interior de la sabiduría de lo Creativo cuyas directrices generales e indicaciones puntuales iluminan el camino de cada uno, no nos cargaríamos con responsabilidades ilícitas sino que seríamos capaces de crear un mundo basado en los valores humanos, en las normas de conducta del sentido de la justicia y en las nociones de la moralidad. Cada ser humano posee en su interior el mismo código de conducta. Tomando conciencia de estos valores, normas y nociones comunes y procurando respetarlos, realizamos nuestro verdadero ser y creamos un mundo realmente humano.

Superar la inseguridad

Para actuar de modo responsable, es imprescindible reconocer nuestras limitaciones e inseguridades. No en el sentido de aceptarlas sino para poder superarlas con la ayuda de los atributos de orientación. La inseguridad y las responsabilidades ilícitas nos nublan la mente. Al reconocer que nos sentimos inseguros y que hay cosas que no sabemos hacer, nos paramos y recibimos desde nuestro interior los estímulos que necesitamos para superarnos.

En cambio, si no reconocemos nuestras limitaciones e inseguridades, se activa automáticamente nuestra mente ansiosa y miedosa por lo que nos vamos a comportar como un caballo desbocado. El pánico y la ansiedad hacen que nos olvidemos de todo lo que sabemos y que actuemos sin ton ni son. En el hexagrama dedicado al Trueno (Metal), I Ching habla de cómo deberíamos afrontar el temor provocado por los cambios repentinos en nuestras circunstancias.

I Ching explica en el hexagrama 51: Lo Suscitativo, cómo el ¡ju, ju! del temor se puede convertir en ¡ja, ja! gracias a la conmoción interior. Recordemos lo esencial de este hexagrama. Aquí sirve de imagen el Trueno trigrama trueno que irrumpe desde las entrañas de la Tierra –o sea, nuestras entrañas- causando temor y temblor con su conmoción. La conmoción interior moviliza las cosas que obstruyen las influencias beneficiosas de Madera en la “punta de lanza” del triángulo. Por eso, aunque es normal que nuestra primera reacción sea de rechazo ¡ju, ju!, hay que saber que si mantenemos la calma, la conmoción interior crea las condiciones que permiten poner orden en nuestras vidas por lo que luego puedan surgir el regocijo y la alegría: ¡ja, ja!

I Ching resalta que la conmoción producida por el Trueno nos da la oportunidad de volver a tomar contacto con nuestro sincero sentir y con la voluntad de Dios.

Por ejemplo, si mantenemos la calma después de una pelea fuerte, la conmoción del Trueno moviliza las cosas estancadas en nuestro interior y posibilita así que esas cosas caigan en su sitio. Entonces, como dice I Ching: “una honda seriedad interior que hace que todos los terrores externos reboten impotentes sobre ella, lleva a uno a indagar en su interior y a poner orden en su vida.” Así, la descarga de las tensiones que se producen a menudo en este círculo vicioso, activan las influencias beneficiosas de la fuerza natural Trueno por lo que se nos ofrece la oportunidad de recuperar nuestro equilibrio Yin-Yang gracias a la liberación de las influencias beneficiosas del Viento (Madera).

Al recibir las aportaciones de la esencia de nuestro ser (Madera), podremos darnos cuenta de la necesidad de respetarnos mutuamente y de ser cada uno leal a sí mismo, sin egoísmos ni exigencias. Podremos así centrarnos en el eje horizontal y actuar de acuerdo con la voluntad de Dios al volver a nuestros orígenes y restablecer la conexión con lo Creativo. Cuando logremos respetar nuestro verdadero ser y guiarnos por las influencias beneficiosas de las cuatro fuerzas primordiales de la naturaleza, daremos un giro satisfactorio a nuestras vidas y nos haremos dueños de nuestra situación.

Cayéndonos y levantándonos, en los dos primeros círculos viciosos vamos conociendo las cualidades, valores y normas que determinan nuestro ser. En la convivencia nos damos cuenta de cuáles son nuestras dificultades y limitaciones, y aprendemos a cultivar nuestras cualidades y habilidades constructivas y, para sentirnos bien, procuramos deshacernos de nuestros comportamientos y actitudes destructivas, superar nuestras limitaciones y dificultades, y resolver nuestros problemas. Aprendemos disfrutando, experimentando, imitando, investigando, observando, hablando, preguntando, consultando, estudiando, etc. Y para aclararnos y definir nuestra actitud y acciones, nos preguntamos cosas, especialmente, cuando la vida nos confronta con los miedos, inseguridades, frustraciones, prejuicios, deseos y exigencias que producen dudas, tensiones y conflictos en nuestro interior y en nuestro entorno.

Pero si no nos centramos…

Las condiciones vitales destructivas que se visualizan en el triángulo Tierra-Metal-Madera, perduran y se agravan hasta que los “truenos” que sacudan nuestras vidas, no hayan logrado enseñarnos a respetarnos mutuamente, ser honrados y justos con nosotros mismos y con los demás, y a comprometernos con nuestro verdadero ser.
Impermeabilizarnos para no sufrir, no sirve de nada.

La fuerza primordial Trueno insistirá en intentar despertar nuestra conciencia. Los efectos emocionales y físicos de sus “truenos” van a ser cada vez más graves, evidentes y dolorosos hasta que logren conmovernos interiormente y movilizarnos desde dentro. Pero si no nos calmamos en el estado receptivo Montaña, el miedo y el pánico hacen que nos montemos en caballos desbocados y que nos dediquemos a controlar estos caballos, en vez de centrarnos y afrontar nuestra situación. Si rechazamos de antemano cualquier cambio y no nos preguntamos cuál es la causa de estos “truenos”, no podremos resolver ningún problema ni renovarnos.

Si intentamos inmovilizar los procesos de cambio y echamos la culpa de nuestro malestar y desasosiego a los demás y a las circunstancias, nuestro verdadero ser (Madera) se queda gravemente dañado. Dado que la vida en sí misma es un proceso de cambio constante, hacemos así daño a la esencia de nuestro ser y a nuestra alma. Los daños severos al alma se exteriorizan físicamente al regurgitar y echar bilis. También en la vida “regurgitamos bilis” si, en vez de abrirnos interiormente para deshacer los embrollos, echamos hacia fuera la “bilis” que sirve para despejar las dudas y disponer de los criterios morales necesarios para investigar situaciones complejas, reconocer sus componentes, ordenar estos y resolver los problemas.
En la medida en que afrontamos los problemas “echando bilis”, nos oponemos a nuestra naturaleza y a los nociones morales de nuestro ser por lo que rechazamos nuestra propia alma (Madera). En tal caso, uno se agarra a cualquier cosa o persona para echar su “bilis” fuera al criticar amargamente a los demás y acusarles a ellos de cosas que él mismo hace y, además, no aplica estos criterios nunca a sus propios actos.

Cuando uno hace eso sistemáticamente, llega a desentenderse de sí mismo por lo que renuncia a la realización de su ser (Tierra) y a su evolución (Madera).
Al apegarse a sus circunstancias materiales y convertir los bienes de Metal en “hachas para cortar los árboles de Madera”, se desvincula de su alma (Madera) y de su ser (Tierra) por lo que “se cae” del triángulo de la sobrecarga y se queda interiormente inmovilizado en el Elemento Metal. Allí los tentáculos del ego le esperan para movilizarlo mediante la dinámica del tercer círculo vicioso, (P.3.5) donde el ego dirige sus acciones, le amarga la vida y hace que se la amargue a los demás, al otorgarle un poder que deja muy mal sabor de boca, igual que la bilis.