En los artículos 4 y 5 hemos visto cómo las influencias del Trueno incentivan la generación de las condiciones externas necesarias para el desarrollo de la vida en nuestro planeta. Por eso, las circunstancias en nuestro entorno corresponden al Elemento Metal.
Según los datos obtenidos por la medicina china, a dicho Elemento corresponden también las facilidades que poseemos para defendernos de las influencias nocivas procedentes del entorno y para encontrar el camino en medio de los continuos cambios que determinan nuestras condiciones circunstanciales en cada momento.
Además de desentrañar las funciones fisiológicas correspondientes a los Elementos, los antiguos investigadores médicos prestaron atención a las demás expresiones de sus influencias. I Ching decía que el Trueno revela la voluntad divina y ellos observaron que la Inteligencia de la Vida dota a los seres a través del Elemento Metal con su instinto e intuición y con la percepción sensitiva, el sentido común y el sentido de la justicia. Igual que los animales salvajes, gracias a dichas facilidades percibimos las señales que nos avisan de los peligros y asimismo las señales que transmiten los mandatos que sirven para orientarnos y para escoger en cada momento el camino adecuado.
Como enseña e ilustra por ejemplo la fisiología, la Inteligencia de la Vida toma siempre el camino más efectivo y éste resulta ser, además, el más económico. El ser humano, sin embargo, tiende a no hacer caso a las señales de su naturaleza íntima. Tenemos nuestro libre albedrío, así que, la Vida nos ha dado la libertad de ir en contra de los mandatos de su Inteligencia. Sin embargo, esto no quita que sí suframos las consecuencias de infringir las leyes universales del Ciclo Cosmológico.
Al quebrantar las leyes auto-reguladoras que rigen la vida, experimentamos cuáles son los caminos erróneos. Y equivocándonos, se nos ofrece la oportunidad de aprender de nuestras vivencias y tomar conciencia de las leyes a las que la vida está sujeta. Aprendemos a adaptarnos a estas leyes del mismo modo que aprendimos de pequeños a adaptarnos a la ley de la gravedad. Probando, cayéndonos y perseverando conseguimos mantener el equilibrio y movernos con soltura y libertad.
I Ching advierte que al quebrantar la norma del principio Yin-Yang, se producen fenómenos destructivos que nos enseñan “los Principios de la creación activa”.
Dice así: “Esta norma no cambiante aparece sobre los hombres de forma aplastante, con toda su grandeza y su fuerza, y en toda su desconcertante variedad y multiplicidad. Dichos fenómenos destructivos no tratan de una necesidad impuesta por el exterior, sino de una inminente animación orgánica (enlace Glosario) que actúa por sí misma en libertad, y que se rige por las normas propias de la Inteligencia de la Vida.”
Solemos buscar las causas de los fenómenos desconcertantes fuera, culpando a los demás, a las circunstancias o a la voluntad de Dios, pero I Ching subraya que no se trata de una necesidad impuesta por el exterior. Al abrirnos en actitud Receptiva, recibimos espontáneamente las aportaciones beneficiosas de lo Creativo en nuestro interior.
Esto ocurre gracias a la “inminente animación orgánica” inherente a la dinámica del principio Yin-Yang. Si, en cambio, obstruimos las aportaciones de lo Creativo al distanciarnos de los valores esenciales de nuestro verdadero ser (Agua), se bloquean los procesos orgánicos naturales en nuestro interior (Viento, Madera) obstruyéndose las influencias constructivas de lo Creativo. A consecuencia de esto se producen automáticamente fenómenos destructivos que se deben, igualmente, a “la inminente animación orgánica que se rige por las normas propias de la Inteligencia de la Vida”.
Partiendo del axioma de que la enfermedad se debe a las disfunciones fisiológicas causadas por determinados desequilibrios Yin-Yang, la medicina china ha desentrañado las normas de la inminente animación orgánica al observar los síntomas que se manifiestan en el organismo cuando la persona está enferma. Y al tener en cuenta las características humanas de lo Creativo y lo Receptivo, dichas normas aclaran igualmente las causas globales de los fenómenos destructivos que experimentamos en nuestras vidas y en el mundo. De modo que se muestran así los “Principios de la creación activa” y sorprende descubrir que estos tienen que ver con cosas que casi todo el mundo reconoce. Al parecer, en el fondo conocemos dichos Principios, aunque no los llevemos a la práctica.
Con respecto a los Principios de la Creación activa correspondientes al Elemento Metal reconocemos, por ejemplo, que muchas veces “sabemos” cosas sin entender por qué y que si no hacemos caso a estos regalos de nuestra naturaleza íntima, más tarde la vida nos confronta de forma dolorosa con las razones que justifican las señales que desoímos en su momento.
También reconocemos que prestando atención a nuestras sensaciones, se incrementa automáticamente la conciencia de nuestros gustos y valores íntimos y que conocer estos es imprescindible para tomar las decisiones adecuadas. Asimismo reconocemos que si respetamos nuestros gustos y valores personales haciendo las cosas por amor, actuamos espontáneamente con sentido común y con sentido de la justicia, mientras que ocurre todo lo contrario si uno se obliga a olvidarse de sus gustos y valores personales o si se niega a implicarse y comprometerse.
Aunque no seamos conscientes de dichos hechos, sí solemos reconocerlos con una facilidad sorprendente. Y una vez familiarizado con la simbología del I Ching y de la medicina china, casi todo el mundo reconoce también que después de prestar atención a los mandatos del Elemento Metal, conectamos con lo Creativo en nuestro interior (Agua) y que dejándonos guiar por sus indicaciones, podemos realizar paso a paso todo aquello que satisface a nuestra alma (Madera). Y te darás cuenta de que aquello que te satisface, lo haces con amor y a conciencia (Fuego).
En cambio, si hacemos caso omiso a aquello que nos viene dado por instinto e intuición y hacemos oídos sordos a nuestras sensaciones, sentido común y sentido de la justicia, obviamos nuestra sensibilidad. A consecuencia de esto, provocamos que “lo Receptivo avance por sí mismo” (P.2.7)ya que, a no ser que se guíe por la receptividad del sincero sentir, la mente no puede abrirse. Una mente cerrada no puede conectarse con las aportaciones renovadoras de lo Creativo, así que, no tiene más remedio que actuar a solas. Por eso, siempre que la mente pretenda dirigir al corazón, ocurrirá lo que advierte I Ching: nos desviaremos de nuestra condición e inclinación natural, perderemos el camino y sufriremos todo tipo de fenómenos desconcertantes.
Haciendo caso omiso a lo que nos dicta el corazón, nos descentramos por lo que podemos perder el equilibrio Yin-Yang emocional. Y al perder el equilibrio Yin-Yang nos apartamos automáticamente de la dinámica autorregeneradora del Ciclo Cosmológico cuya inminente animación orgánica origina por sí misma nuestra autorregulación, renovación, vitalidad y armonía.
Mantenerse centrado sin embargo no va por sí solo, y menos en un mundo construido sobre intereses materialistas, partidistas y arbitrarios. El capitalismo quebranta la norma del principio Yin-Yang al buscar un crecimiento constante e ilimitado de las posesiones materiales. En vez de entregar lo material a las intenciones de lo Creativo y guiarse por el amor, los valores morales y el sentido de la justicia, el orden capitalista promueve la acumulación de lo material por lo que va a ser el principio vital de lo Receptivo (cuya misión consiste en la realización de las intenciones espirituales de la energía Creativa del Tao) el que pretende inspirar y dirigir el desarrollo humano y determina las condiciones de vida en el mundo, en vez de que lo Creativo ejerza esta misión.
Así que, la humanidad sufre el orden dinámico que surge “al avanzar lo Receptivo por sí mismo”, por lo que en la medida en la que nos dejemos arrastrar por esta dinámica, perderemos el equilibrio Yin-Yang emocional. Conocer dicho orden y su dinámica (P.2.8) facilita que reconozcamos los orígenes de los desequilibrios Yin-Yang globales que producen los desequilibrios emocionales, conflictos interiores y enfermedades que padecemos, y cuyos efectos causan todo tipo de vicios, injusticias y conflictos en el mundo.