“Cielo y Tierra determinan la dirección”

(27-09-2014: Artículo ampliado, ver pp. 2 y 3) «Cielo y Tierra determinan la dirección», dice I Ching sobre la dinámica vital que se visualiza en el bagua original (ver pp. 352 y 353). Lo Creativo del Cielo y lo Receptivo de la Tierra determinan la dirección tanto en el bagua como en la vida. En este artículo veremos cuáles son las características de Lo Creativo y de Lo Receptivo, los hexagramas 1 y 2, y el hexagrama 11 llamado La Paz, donde I Ching expone la interacción entre las fuerzas primordiales Cielo y Tierra.

La Tierra se rige por la ley de la gravedad y el Cielo se rige por la ley del Universo. Sobre esta ley sabemos bien poco, pero I Ching (ver pp. 367 a 370) da una idea global al afirmar lo siguiente:

«La ley del Universo establece el punto referencial que da un sistema de coordenadas dentro del cual todo lo demás podrá encuadrarse. (…) El punto referencial es la norma de la no-mutación (lo inamovible) que es el trasfondo sobre el cual se hace posible cualquier cambio, sin excepción. (…) Se sobreentiende que el universo constituye una trama de referencias homogéneas, es decir, que es un cosmos y no un caos. (…) De ahí que este punto referencial, de un orden máximo, sea lo no mutante, que constituye el punto de referencia para todo lo mutante.»

Además de traducir el I Ching, Richard Wilhelm estudió la filosofía de esta obra con el sabio Lao Nai Hsüan y explica en el Libro segundo (p. 368):

“Al Libro de las Mutaciones le sirve de base, para esta trama de referencias, la distinción entre Cielo y Tierra: El Cielo, el mundo superior, luminoso, que, si bien incorpóreo, regula y determina poderosamente todo acaecer, y frente a él la Tierra, el mundo de abajo, oscuro, que es corporal y depende en sus movimientos de los fenómenos del Cielo. (…) Estos dos principios fundamentales de toda existencia se simbolizan luego en los dos signos o hexagramas básicos del Libro de las Mutaciones: Lo Creativo y Lo Receptivo.”

La ley del Universo trata de la dinámica entre lo Creativo y lo Receptivo, el principio Yin-Yang. Sobre este principio dice I Ching, entre otras cosas (p. 369):

“En el cielo reina un constante movimiento y cambio; sobre la tierra pueden observarse estados fijos, aparentemente duraderos. Pero mirado con mayor detenimiento, esto es sólo un engaño. (…) No existe nada sencillamente quieto; la quietud es, al contrario, tan sólo un estado de transición del movimiento, es por así decirlo movimiento latente. Pero existen puntos en los cuales el movimiento se torna visible. Esto se simboliza mediante trazos firmes (lo Creativo) y blandos (lo Receptivo) con los que se van construyendo los diferentes signos. En este contexto se designa como principio del movimiento a lo firme, lo fuerte, y como principio de quietud a lo blando. La línea firme se representa mediante un trazo indiviso que corresponde al principio de lo luminoso (lo Creativo); y la línea blanda mediante un trazo partido que corresponde al principio de lo oscuro (lo Receptivo).”

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Cielo y Tierra

Hexagrama 1. Ch’ien: Lo Creativo

(ver I Ching: pp. 79 a 85 y 461 a 477)

cielo

El trigrama CIELO representa el Qi Original, la protoenergía del Tao. Son tres trazos firmes que representan el principio de lo luminoso con su movimiento y fortaleza. I Ching describe las características de este principio en el hexagrama formado por la duplicación del trigrama Cielo, el primer hexagrama llamado Ch’ien, Lo Creativo. En él da mucha información sobre las propiedades y la forma de actuar de esta fuerza primordial a la que I Ching se refiere como: lo Creativo del Cielo.

Lo Creativo obra el principio, el engendramiento de todos los seres. Es una fuerza energética y espiritual que está presente en todo y en todos. Su imagen se presenta como entidad no condicionada por circunstancias espaciales y se la concibe como movimiento, un movimiento intencionado que utiliza el poder del tiempo y el poder de la perseverancia en el tiempo, la duración, para expresarse. Dice I Ching:

“Lo Creativo obra mediante la modificación y la transformación, a fin de que todos los seres individuales reciban sus determinadas formas, y logren duradera concordancia con la gran armonía, el Tao.”

Dice así:

«El comienzo de todas las cosas reside todavía, por así decirlo, en el más allá, en forma de ideas que aún deben llegar a realizarse. Pero en lo Creativo reside también la fuerza destinada a dar forma a estas imágenes primarias de las ideas. Es lo que queda señalado con la palabra “logro” y “éxito”. (…) Con respecto al acontecer universal, se expresa en el hexagrama la fuerte acción creativa de la divinidad. Aplicado el signo al mundo humano denota la acción creadora del santo y del sabio, el gobernante y conductor de hombres, que gracias a su fuerza despierta y desarrolla en estos últimos su esencia más elevada (ver p. 79).”

Lo Creativo del Cielo actúa dentro de cada persona. Las líneas del hexagrama representan, como seis peldaños, las seis etapas por las que “los seres individuales penetran como una corriente en las formas que les son propias” (para conocer estas etapas, ver pp. 470-475 del I Ching). Lo Creativo despierta y desarrolla las cuatro virtudes cardinales del ser humano: el amor, los valores morales, el sentido de la justicia y la sabiduría capaz de crear estados duraderos (ver I Ching, pp. 80 y 81).

“Toda etapa alcanzada se convierta a la vez en preparatoria para la siguiente, y así el tiempo ya no constituye un obstáculo, sino el medio para la realización de lo posible,”

se aclara. Lo Creativo del Cielo origina todos los fenómenos condicionados por el tiempo mientras que su fuerza complementaria, Lo Receptivo de la Tierra, acoge dentro de sí el modelo predeterminado, le da forma espacial y hace posible que nazca

Hexagrama 2. K’un: Lo Receptivo

(ver I Ching: pp. 86 a 91 y 477 a 489)

tierra

El trigrama TIERRA representa lo Receptivo, el principio primordial capaz de concebir las ideas provenientes de la energía Creativa para darles forma orgánica. I Ching describe las características de este principio en el hexagrama formado por dos trigramas Tierra. Es el hexagrama 2: K’un, Lo Receptivo. Además, en dicho hexagrama aclara de qué manera se complementan ambos principios primordiales, que se empezaron a llamar “Yin” y “Yang” en épocas posteriores al origen del Libro de las Mutaciones.

Lo Creativo es el Yang y lo Receptivo es el Yin. Uno no hace nada sin el otro, son dos fuerzas interdependientes que tienen cada una un papel bien definido. Lo Creativo conduce todo el acontecer, es aquello que engendra y dirige la acción, y nunca aparece en forma manifiesta.

«La Tierra está quieta. No actúa por sí misma, sino que acoge constantemente los influjos del Cielo. Así se torna inagotable y eterna en su vivir (ver p. 480).»

Lo Receptivo es lo manifiesto, lo visible y tangible, es aquello que crea la forma, pero no la idea. Por eso, lo Creativo es el “uno” y lo Receptivo es el “dos”, no como ordenación jerárquica sino como reconocimiento del hecho de que la forma viene después de la idea. Ambos son primordiales para crear la materia viva.

Dice así:

En el estado quieto de clausura, lo Receptivo abarca todas las cosas como un enorme regazo materno. En el estado móvil del abrirse, lo Receptivo da entrada a la luz celestial que ilumina todas las cosas. Impulsado por la ley del Universo, lo Creativo transforma de modo recto y firme. A ello se debe la facilidad con la que logra lo duradero.”

El ser humano, igual que el planeta Tierra, es de condición Receptiva. Esto quiere decir que no podemos dar forma a nuestro ser sin antes abrirnos interiormente para recibir la información de lo Creativo.

Para consultarnos, conocernos, desarrollarnos, aprender, superarnos y evolucionar nos entregamos instintivamente a la fuerza Creativa y ésta nos presta su ayuda desde el interior de cada uno (como el ADN lo hace desde el núcleo de cada célula). Dejándonos guiar por lo Creativo percibimos que estamos en “nuestro camino”, el camino de lograr pasito a pasito “una duradera concordancia con la gran armonía, el Tao”.

La unión de lo Creativo y lo Receptivo

Cuando la Tierra se abre hacia el Cielo, la energía Creativa penetra en el interior del Elemento Tierra, es decir, en el núcleo del planeta y en el fuero interno de cada uno de sus habitantes. Las condiciones espacio-temporales que se crean de esta manera, se describen en el hexagrama formado por los trigramas Cielo (abajo) y Tierra (arriba). La imagen muestra que, al abrirse el trigrama Tierra hacia el Cielo, las líneas continuas del trigrama Cielo que representan la energía Creativa penetran a través de la apertura del trigrama Tierra y se colocan por debajo de éste.

Se forma así el hexagrama que representa la dinámica del principio Yin-Yang. Las fuerzas Yin y Yang se unen en íntima armonía y forman un hexagrama (nº 11) llamado La Paz.
En él I Ching dice:

“El Cielo se coloca por debajo de la Tierra. De ello emana paz y bendición para todos los seres. (…) En el mundo humano se trata de una época de concordia social. En lo interior, en el centro, se halla lo luminoso; lo oscuro está afuera. Así lo luminoso (lo Creativo) actúa con vigor y lo oscuro (lo Receptivo) se muestra transigente. De este modo ambas partes obtienen lo que les corresponde.”

Cielo y Tierra se unen: la imagen de La Paz.
Así reparte y completa el soberano
el curso de cielo y tierra,
fomenta y ordena los dones de cielo y tierra,
con lo cual asiste al pueblo.

Si lo Receptivo quisiera avanzar por sí mismo…

En el hexagrama nº 2: Lo Receptivo (ver p. 480), I Ching hace la siguiente observación:

“Al entregarse y seguir a lo Creativo, uno alcanza la posición duradera que le cuadra. Si lo Receptivo quisiera avanzar por sí mismo, se desviaría de su índole natural y perdería el camino.”

Perdemos el camino si la falta de tiempo, sosiego y atención impide que nos conectemos con lo Creativo en nuestro interior. Entonces, la condición receptiva de nuestro ser hace que nos dirijamos hacia el exterior para encontrar las directrices de nuestra conducta. Las directrices que ofrece el mundo externo se determinan, sin embargo, por deseos, exigencias y necesidades que se basan a menudo en intereses y criterios temporales y especulativos en vez de fundarse en los valores duraderos y fiables de nuestro ser espiritual.

Según la sabiduría del Tao, la salud depende del equilibrio Espíritu-Mente-Cuerpo. El espíritu es el gobernador de la vida, la mente es la fuerza transformadora de la vida, el cuerpo es el templo de la vida. El clásico Wen Tse (siglo I a.C.) establece la siguiente regla para mantener el equilibrio Espíritu-Mente-Cuerpo:

“El desequilibrio de uno de ellos daña a los tres. Cuando el espíritu asume el mando, el cuerpo lo sigue de forma natural y esta disposición beneficia a los tres. Cuando el cuerpo dirige, el espíritu lo sigue y eso daña a los tres.”

Los valores del espíritu humano los conocemos y reconocemos en nuestro fuero interno. Son los valores del amor incondicional y del sentido de la justicia y estos valores se nutren de las influencias de lo Creativo del Cielo. Por eso, en la medida que nos dejamos dirigir por los criterios interesados del “mundo que nos toca vivir” en vez de guiarnos por las directrices que surgen de nuestro fuero interno, creamos un mundo inhumano que produce conflictos en nuestro interior y en nuestro entorno.

Las fuerzas de la naturaleza representan las fuerzas inmutables, y por tanto fiables, del orden universal. Por eso, los consejos que I Ching da en los hexagramas que hemos visto en el artículo anterior, constituyen los fundamentos para adquirir y renovar el equilibrio interior imprescindible para mantener una conexión fluida con la fuerza de lo Creativo en nuestro interior y percibir en todo momento las indicaciones de esta fuerza inspiradora.

Escuchándonos con sinceridad interior discernimos lo justo de lo injusto, discernimos lo humano de lo inhumano, discernimos lo bueno (lo vital) de lo malo (lo destructivo), etc. Tenemos esta capacidad gracias al código de normas universales que posee cualquier ser vivo en su interior. Igual que el ADN del ser humano establece la fisiología de nuestro cuerpo, este código genético establece el funcionamiento de nuestro espíritu.

El ser humano tiene libre albedrío por lo que cada persona posee la libertad, bien de escucharse o de hacer caso omiso a los valores eternos y fiables que conoce por naturaleza. A menudo, los criterios interesados del mundo nos obligan de una u otra forma a olvidarnos de nuestros valores espirituales por lo que los seres humanos somos probablemente la única especie capaz de no respetar su naturaleza y obviar las directrices de lo Creativo del Cielo.