Los caballos desbocados recorren el mundo, sembrando sufrimiento, conflictos, violencia y destrucción. Aunque intentamos controlarlos y procuramos domar las fieras, la historia de la humanidad se escribe con las fechas de luchas de poder y guerras. Aunque predicamos respeto a los derechos humanos, vulneramos los valores humanos por doquier. También la vida cotidiana del ser humano se determina por intentar controlar los caballos desbocados de nuestros miedos, frustraciones, enfados, ansiedad y tristeza. Buscamos la paz y la felicidad pero el agotamiento y la desconfianza mutilan estas buenas intenciones. ¿Dónde perdemos el camino?
El mundo funciona de la misma manera que el cuerpo. Según la Medicina Tradicional China, el cuerpo forma una unidad de influencia recíproca junto con la mente y el espíritu. Por eso, la salud depende del equilibrio Espíritu-Mente-Cuerpo. Según la medicina china, el espíritu es el gobernador de la vida, la mente es la fuerza transformadora de la vida, el cuerpo es el templo de la vida. El clásico Wen Tse (siglo I a.C.) dice así: “El desequilibrio de uno de ellos daña a los tres. Cuando el espíritu asume el mando, el cuerpo lo sigue de forma natural y esta disposición beneficia a los tres. Cuando el cuerpo dirige, el espíritu lo sigue y eso daña a los tres.”
El funcionamiento del mundo se dirige por las necesidades del cuerpo. Por eso, el ser humano piensa tener que ocuparse en primer lugar de la supervivencia y dirige su actividad mental hacia la transformación de lo material en vez de hacia la realización de su ser. Actuando de este modo, las necesidades del espíritu humano no reciben la debida atención por lo que se desequilibra el funcionamiento natural del cuerpo y se generan conflictos y enfermedades.
La fuerza de cohesión de la vida es el amor, el sentir nos conecta con el código genético en nuestro interior. Escuchándonos con sinceridad interior encontramos los criterios humanos para ejercer de modo adecuado nuestras funciones en el mundo. Igual que, al guiarse por su ADN, cada materia viva, cada célula y cada animal sabe hacer lo propio para mantener la cohesión de su cuerpo, lo puede hacer el ser humano… si nuestra mente supiera entregar el mando de nuestra vida a nuestro espíritu.
Aunque la fuerza mental del ser humano ha causado conflictos y enfermedades, la propia fuerza mental tiene además la capacidad de resolver estos conflictos y enfermedades. Para sanar nuestro cuerpo, deberíamos reeducar nuestra mente. El mundo nos enseña criterios materiales que, a la hora de la verdad, resultan no ser fiables. Nuestra mente necesita encontrar criterios fiables para ayudar a sanarnos. La mente debería experimentar que dejándose guiar por aquello que hace sentirnos bien, se moviliza nuestro interior por lo que surgen de forma natural los criterios fiables que necesita para ejercer su función transformadora al servicio del bienestar de nuestro ser y de nuestro cuerpo.
Para nuestra desgracia, adaptarse al mundo conlleva que renegamos en cierta medida de nuestro sincero sentir y aprendemos normas de conducta que generan frustraciones y todo tipo de sentimientos negativos que bloquean la fluidez natural de los procesos fisiológicos en nuestro interior, tanto en el ámbito emocional como físico. Esto se debe a que el orden del mundo es calculador e impone criterios basados en intereses partidistas, egoístas y temporales. A la larga, estos criterios nos defraudan siempre, haciendo que nos sintamos insatisfechos, infelices y prisioneros de la materia. Reconocer eso, es el inicio del cambio hacia la salud y la felicidad.
Después de reconocer que los criterios del mundo nos defraudan, hace falta poner manos a la obra de quitar de en medio los obstáculos que bloquean la Fuente de los criterios del código genético de la Vida en nuestro fuero interno. Cada ser vivo tiene estos criterios a su disposición, aunque no seamos conscientes de ello. Cuántos más obstáculos bloquean la conciencia de nuestros criterios vitales, tanto más insatisfechos nos volvemos y tanto más inhumano se hace el mundo.
Aún así, cada persona posee por naturaleza la capacidad de identificar y eliminar estos obstáculos ya que los mismos se manifiestan mediante los sentimientos negativos. Dándonos cuenta que a menudo son sentimientos negativos los que transmiten los criterios para nuestras acciones, tendríamos que pararnos y examinar la validez de estos criterios. Un método efectivo para liberarnos de las reacciones impuestas por los sentimientos negativos es darnos cuenta de que dejándonos guiar por ellos, es como estar montado en un caballo desbocado.
Guiándonos por los criterios de determinado sentimiento negativo, nos montamos en un caballo desbocado que salta de un lado hacia el otro sin llegar nunca a cabalgar tranquilamente por ningún paraje apacible. Muy al contrario, al intentar controlar y dominar nuestro caballo desbocado, nos agotamos energética y anímicamente y no mejoramos sino agravamos la situación que nos produce miedo, enfado, frustración, ansiedad, insatisfacción, culpa, resentimiento, obsesión,… Las reacciones y los criterios impulsados por sentimientos negativos sólo consiguen aumentar la sensación de inseguridad, incapacidad y desasosiego, incrementándose así sus efectos destructivos.
Si nos damos cuenta que esta lucha por eliminar o compensar lo que nos produce sentimientos negativos, es como montarnos en caballos desbocados, podemos instruir nuestra mente para que ésta pare el caballo tan pronto como cualquier sentimiento negativo dirige nuestras acciones en determinada situación. Una vez que nuestra conciencia hace que el caballo desbocado se pare, podremos bajar y apartarnos de él. Si entonces nos retiramos, mirándole con curiosidad, hasta colocarnos a una distancia prudente que permite que nuestra mente se calme y se abra para examinar a conciencia los criterios de este sentimiento negativo, podremos desenmascarar sus malas artes.
Observando, como si fuera una película, lo que determinado sentimiento nos aporta, podemos examinar el «caballo» de manera imparcial, guiándonos por el sentido de la justicia. Haciendo eso, veremos que el bloqueo generado por determinado sentimiento negativo en nuestro interior, se desmorona de forma natural, igual que cualquier molécula suelta sus átomos para transformarse en otra al combinarse con otros átomos que se encuentran cerca.
Al observar los efectos de determinado sentimiento negativo, éste se deshace en los factores que constituyen ese sentimiento. Por naturaleza, estos factores se unen espontáneamente a los factores de los valores íntimos en nuestro interior por lo que se generan lecciones de vida y valoraciones que ayudan a mejorar, verdaderamente, nuestras condiciones de vida dado que estos criterios se fundamentan en nuestra verdad interior y proceden del código genético de nuestro ser.
Parándonos para tomar conciencia de los criterios y efectos de nuestros sentimientos negativos, nos desbloqueamos interiormente y las leyes de la vida hacen que en nuestro interior se utilicen, de forma natural, las causas de nuestra inseguridad para generar criterios fiables. Así, por ejemplo los enfados se transforman en un mayor conocimiento de nuestros valores íntimos y nuestros miedos se transforman en confianza en la vida, al experimentar que los criterios de nuestros valores espirituales impulsan procesos beneficiosos que se rigen por las leyes de la vida.
Para desbloquear nuestro interior y callar el runrún de nuestra mente estresada, hace falta desenmascarar nuestros sentimientos negativos e ir conociendo los valores espirituales de nuestro verdadero ser. Estos valores son eternos y, por eso, fiables. No obstante, a menudo no nos permitimos respetar nuestro sincero sentir y saltan todo tipo de reparos que impiden expresar lo que verdaderamente sentimos. Estos reparos se deben a los sentimientos negativos que acumulamos a lo largo de nuestras vidas a consecuencia del sufrimiento producido por la adaptación a un mundo que suplanta los valores eternos por valores temporales, especulativos y arbitrarios. Por eso, a menudo tachamos de egoísmo el respeto a nuestros valores íntimos, por lo que aprender a respetarnos choca con sentimientos de culpa, otro caballo desbocado que debemos examinar.
Por fortuna, la Vida nos ha dotado con un sentido de la justicia que es universal para toda la humanidad. Gracias a la sinceridad interior nos comunicamos con este sentido cuyos criterios imparciales aclaran que respetar nuestro sincero sentir no tiene nada que ver con egoísmo sino, muy al contrario, con respeto. El camino por el que aprendemos a respetarnos a nosotros mismos, conlleva que adquirimos de forma natural un respeto incondicional por los valores íntimos de los demás y por su estado evolutivo.
Para poner manos a la obra de desbloquear nuestro interior desenmascarando los criterios engañosos de nuestros sentimientos negativos, conviene tener en cuenta que todos padecemos determinados condicionamientos debido al funcionamiento arbitrario e interesado del mundo. Por eso, aprender a respetar nuestros valores espirituales en la vida personal y laboral, no es tarea fácil en un mundo que oprime estos valores tachándolos de poco prácticos y utópicos (ver también el artículo sobre la confianza en el orden de la vida).
Al contrario de la vida cuyo funcionamiento se arraiga en el código genético de las especies, la organización del mundo se basa en sentimientos negativos, luchas de poder y criterios materialistas que alimentan al ego y separan a las personas aislándoles. Basándose en sentimientos negativos, nuestro mundo genera muchos caballos desbocados y estos se multiplican al predominar la visión distorsionada que dictamina que el ser humano es egoísta por naturaleza y que es imprescindible controlar su naturaleza destructiva.
No obstante, a medida que aumente nuestra conciencia de los valores de nuestro sincero sentir, descubriremos que en realidad el ser humano no es egoísta en absoluto. Quitada de los ojos la venda de condicionamientos, vemos que la naturaleza del ser humano busca la felicidad y que actuar de forma egoísta o guiarnos por criterios interesados no nos hace sentirnos felices, sino insatisfechos e insaciables. Observando el fondo de la cuestión, nos damos cuenta que el ser humano se siente realizado y satisfecho pudiendo ayudar a otros, dedicándose a trabajos al servicio del bien común y respetando los criterios de nuestro sentido de la justicia. Estos criterios mismos y muchos otros hechos demuestran que el ser humano es solidario por naturaleza.
Para recuperar el equilibrio Yin-Yang que equivale a la salud y al bienestar, podemos confiar en los valores que se arraigan en el código genético de nuestra especie. De él surgen tanto los valores comunes de la humanidad como los valores específicos que determinan la unicidad de cada ser. Por eso, siendo sinceros con nosotros mismos, nuestro sentir revela los valores fiables que dan sentido a nuestras vidas. Respetando estos valores, cada ser humano se autorregula de forma natural para mantener así su equilibrio Yin-Yang.
Tanto para nutrir y estimular la bondad de nuestra naturaleza como para ejercer las funciones laborales, superar las limitaciones e incrementar las habilidades desarrollando nuestras potencialidades, conviene estar atentos para pararnos y bajar en cuanto nos encontramos montados en un caballo desbocado, apartarnos de él para desenmascarar en nuestro interior el poder destructivo del sentimiento negativo que nos ha asaltado. Y dejar que este obstáculo se transforma de forma natural (sin intervención de la mente) para que surjan de las profundidades creativas de nuestro espíritu las lecciones de vida y sentimientos constructivos.
Como dijo un sabio cuyo nombre no me acuerdo: “Para ser feliz, hace falta distinguir entre lo que te hace sentir bien y lo que te hace sentir mal, a fin de obtener así la claridad interior para escoger en cada momento aquello que te hace sentir bien.”
Confucio:
Si hay rectitud en el corazón, habrá belleza en el carácter.
Si hay belleza en el carácter, habrá armonía en el hogar.
Si hay armonía en el hogar, habrá orden en la nación.
Si hay orden en la nación, habrá paz en el mundo.