Un mundo humano

Hemos visto que, según I Ching, “el noble continúa en el mundo humano la obra de la naturaleza al reconocer y respetar su dependencia de las fuerzas armoniosas y benignas del orden universal”. Creo que “continuar en el mundo la obra de la naturaleza” define la misión esencial del ser humano y que hay cada vez más indicios de que el camino de la humanidad se está encauzando en dicha dirección.

En el mundo entero se incrementa la cantidad de gente que se indigna públicamente por la vulneración sistemática de los derechos elementales. Hay cada vez más personas y sectores laborales que se dan cuenta del hecho de que el ser humano se pone malo emocional o físicamente cuando actúa en contra de su sincero sentir y traiciona sus valores íntimos. Cada vez más personas se esfuerzan por descubrir lo que verdaderamente sienten y piensan y van modificando su actitud ante la vida de acuerdo con ello.

Aumenta la cantidad de personas que cuestionan el camino establecido y buscan otro basándose en sus valores individuales, aunque eso implica tener que afrontar la soledad e inseguridad. Y buscando cada uno su camino personal, finalmente los buscadores solitarios descubren que los caminos individuales están marcados por valores esenciales y principios vitales que comparten con todos los demás.

Donde antes nos adaptábamos a los valores del entorno para no quedarnos solos, ahora cada vez más personas descubren que siendo fieles a sus valores íntimos, ya no se sienten solas y que, además, se sienten íntimamente unidas al resto de la humanidad. Esto al principio ni siquiera uno mismo puede creérselo ya que contrasta con la opinión que el mundo tiene de los “bichos raros”.

A partir del momento que aceptamos ser “bichos raros”, ya no tomamos siquiera en consideración poder sentirnos parte de una unidad… Yendo cada uno por su camino solitario, sin embargo, la mayoría se sorprende muy gratamente al descubrir que, especialmente con respecto a las cosas esenciales, en realidad no existe ninguna división de opinión ni ningún conflicto. Observando el comportamiento humano y conviviendo basándote en valores esenciales, resulta que vibras en consonancia con todo el mundo, no sólo con las personas que como tú han pasado por la soledad para encontrarse.

Creo que dicha experiencia se debe a la toma de conciencia de un hecho. El hecho de que, en el fondo, todo ser humano tiene los mismos valores esenciales y todos compartimos las mismas necesidades vitales. Sorprende una y otra vez que en el camino de la búsqueda de nosotros mismos, topemos con las mismas verdades eternas y que a medida que superes la dispersión interior se disuelven los conflictos y las luchas de poder en tu entorno.

El camino apropiado

Vivimos en un mundo regido por el ego, pero resulta que el poder del ego no hace feliz a nadie. El ego nos confunde y nos engaña dejándote pensar que la vida es una lucha por la supervivencia en la que tu libertad termina donde la libertad del otro empieza y que si no defiendes lo tuyo, otros te lo quitarán. Creyéndonos que la vida es así, el interés egoísta nos ciega y nos hace actuar como si la satisfacción de tus intereses perecederos pudiera hacerte libre, aunque experimentes una y otra vez que no es así.

Todo ser humano tiene una visión de un mundo feliz al que aspira. Esta visión es muy similar en cualquier parte del mundo, sin embargo, la enturbiamos en cuanto empezamos a trazar el camino para conseguir este mundo feliz. Entonces comienzan las disputas y las luchas de poder para intentar realizar el mundo soñado. No obstante, lo que se logra por la fuerza, no puede ser duradero nunca ya que será arrebatado igualmente por la fuerza… y mientras se piense mayoritariamente que hacen falta líderes y puestos de poder para cambiar las cosas, el mundo estará atrapado en este círculo vicioso. La vida enseña que cuando trazamos de antemano el camino nos perdemos, únicamente mirando para atrás se puede ver el curso del camino que ha traído tus logros y fracasos.

Los verdaderos cambios se gestan en el interior de cada uno. Los cambios duraderos encuentran su camino gracias a los pequeños pasos sobre el suelo firme de la propia convicción individual en cada momento. Sólo entonces se nos revela lo que se puede hacer en las circunstancias dadas y dicho camino conlleva además un profundo respeto por el libre albedrío de los demás y asimismo la confianza en que cada ser humano, siempre que sepa ser sincero consigo mismo, podrá encontrar por sí mismo el camino apropiado para él.

Los valores elementales

Para mantenernos en el camino indicado por nuestra verdadera naturaleza, disponemos de unos valores elementales que son iguales para todo el mundo. Tomé conciencia de este hecho al estudiar las diferentes funciones orgánicas teniendo en cuenta que el cuerpo funciona de la misma manera que una comunidad humana. Nuestro organismo dispone de sólo veinte aminoácidos para sintetizar una enorme cantidad de diferentes tipos de proteínas cuyas funciones son esenciales para la vida. Las proteínas son moléculas muy complejas que dan a la materia viva su capacidad de formación, transformación, regulación, protección, regeneración y desarrollo y que forman parte de la estructura básica de los tejidos.

Pensé que si basta -en un cuerpo donde hay tantas células con otras tantas diferentes funciones específicas- con sólo veinte aminoácidos diferentes para sintetizar, dependiendo de las necesidades particulares y puntuales, la gran variedad de proteínas diferentes capaces de ejecutar dichas funciones, a nosotros nos bastarían veinte valores elementales para hacerlo igualmente. Y me puse a indagar cuáles podrían ser estos valores (camino para dar con ellos, ver pp. 252-259 del libro).

Igual que las células tienen la capacidad de generar un total de once aminoácidos diferentes, tendría que haber once valores elementales que son innatos. Es decir, cada persona nace con estas cualidades y las tiene a su disposición durante toda la vida. Hay además nueve aminoácidos que vienen de fuera, al ingerirlos mediante la alimentación. Los mismos son esenciales para posibilitar que las células utilicen los aminoácidos propios y sinteticen el tipo de proteínas que ellas mismas y el organismo requieran en las circunstancias dadas. Así que, análogamente, debería haber nueve valores esenciales que adquirimos gracias a las lecciones que aprendemos de las circunstancias en el entorno.
De manera que, para vivir de modo satisfactorio y preservar los principios elementales en la educación y en las relaciones personales, sociales y laborales, bastaría con salvaguardar los once valores innatos y practicar todos los días los nueve valores adquiridos para que estos se renueven, igual que hay que comer para reponer los aminoácidos denominados “esenciales”.

Como viene relatado en el libro, para determinar cuáles son los valores innatos, me he basado en las cualidades elementales que poseen los bebés y los niños pequeños. Y para dar con los nueve valores adquiridos, he partido de las cualidades imprescindibles para obtener los alimentos mediante la práctica de la caza, pesca, agricultura o ganadería.

Los valores elementales correspondientes a los veinte aminoácidos:

Valores elementales

Teniendo en cuenta que el ser humano desarrolla sus potencialidades basándose en dichas cualidades y que somos felices desarrollando nuestras potencialidades, es evidente que somos capaces de crear un mundo mejor. Como buscamos ser felices, en el fondo sabemos que a cada uno de nosotros le sobran los motivos para poner manos a la obra. Y para continuar en el mundo humano la obra de la naturaleza, sólo hace falta que aprendamos a apreciar, estimular y salvaguardar nuestros valores naturales, todo lo demás surgirá espontáneamente cuando nos dediquemos de corazón y a conciencia a nuestras labores cotidianas y afrontemos la vida aprendiendo y renovándonos continuamente.